Las prendas con género pasaron de moda.
Columna de Opinión por Sara Gómez Morales.
El tema de género es un debate constante en cualquier contexto, pero quizás ha llegado el momento de replantearlo, al menos desde la perspectiva del diseño. La ropa es nuestra segunda piel y una de las primeras decisiones que nos hace seres autónomos es decidir qué usar y qué no usar. En ese sentido, el diseño genderless o unisex ha sido visto como un grito de libertad, una forma de romper con estructuras rígidas en un espacio que debería ser sinónimo de expresión, arte y diversidad.
Sin embargo, creo que hoy hablar de moda sin género resulta casi old fashion. En mi opinión, ya no es disruptivo ver a un hombre usando un corset o una falda; muchas marcas han adoptado esta estética como un simple gesto simbólico. El problema es que seguimos centrando la conversación en si la ropa tiene o no género, cuando ese ya no debería ser el foco. La verdadera discusión debería girar en torno al diseño para diferentes tipos de cuerpos, sin importar el sexo o la identidad de género.
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Fotografía tomada de la ONG Anybody.
En la industria del diseño, las prendas producidas en masa (como los 12.100 millones de unidades fabricadas al año en Latinoamérica, según datos de Statista) responden a patrones estandarizados. Se crean moldes basados en proporciones ‘promedio’: hombros más anchos, cinturas más pequeñas, entre otras características anatómicas predefinidas. Aunque esto responde a una lógica técnica y comercial, la anatomía humana no es una categoría uniforme. Existen variaciones infinitas de cuerpos que simplemente no encajan en estos moldes rígidos.
Si bien en diferentes marcas se ha mezclado poco a poco el estilo oversize y las técnicas de costura que usan materiales más adaptables, la industria aún tiene mucho que cambiar y empezar a diseñar en base a los cuerpos, y no según las etiquetas. Aquí es donde radica el verdadero reto: dejar de pensar en términos de ‘ropa de hombre’ o ‘ropa de mujer’ y empezar a diseñar simplemente prendas adaptables, pensadas para la diversidad corporal real.
Este cambio de enfoque también responde a una realidad social constante. Por ejemplo, desde el año 2012, la organización Anybody Argentina revela que en sus encuestas nacionales de tallas se presentan datos preocupantes y continuos sobre la dificultad que tienen las personas para encontrar ropa. Tal cual reflejan las últimas cifras presentadas, el 53% de los encuestados tiene problemas para conseguir prendas de su talla y el 61% de estos dice sentirse tristes porque sus cuerpos no encajan en la ropa que quieren. Por estas razones la conversación atraviesa a todas las personas, porque todos habitamos cuerpos que cambian con el tiempo, la edad o las circunstancias.
Además, la historia nos enseña que las categorías de género son fluidas. En el pasado, los hombres usaban tacones y maquillaje como símbolos de estatus, mientras que el azul se asociaba con la feminidad y el rosa con la masculinidad. Hoy vemos cómo esos códigos cambian nuevamente: hombres con las uñas pintadas, mujeres que adoptan trajes sin perder su feminidad. Poco a poco la sociedad va cambiando porque se van dando acuerdos y desacuerdos diferentes según los retos sociales.
Por eso, hablamos de transformar la forma en que concebimos el diseño de moda: que la ropa sea simplemente ropa, creada para cuerpos diversos, con cortes, moldes y estructuras que se adapten a quienes somos. El verdadero desafío para la industria no es producir prendas sin género, sino diseñar para la diversidad corporal. Porque al final, la moda debería ser eso: un espacio donde cada cuerpo encuentra su lugar, sin necesidad de etiquetas o categorías de hombre y mujer en las tiendas.
FUENTES:
STATISTA: https://es.statista.com/temas/12378/el-mercado-de-la-moda-en-america-latina/#topicOverview
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