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El dilema de la personalización: ¿identidad o sobreproducción?


En medio de un afán por destacar en una sociedad donde la uniformidad parece ser la norma, la búsqueda de autenticidad se ha convertido en una necesidad para las nuevas generaciones. Ser diferentes—lo que sea que eso signifique hoy—parece una urgencia para evitar ser arrastrados por las dinámicas que han impuesto las redes sociales y el hiperconsumo.


La personalización ha resurgido con fuerza como una respuesta a esta necesidad, permitiendo a los consumidores adaptar productos a sus preferencias individuales y generar un vínculo más profundo con su estilo. Sin embargo, ¿qué tanto de esta personalización responde realmente a una identidad propia y cuánto está condicionado por el bombardeo de tendencias que dictan las plataformas digitales?


Getty Images
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Existe una línea difusa entre los gustos personales y los que han sido moldeados por el marketing de la industria de la moda. TikTok e Instagram han acelerado la aparición de microtendencias, modas efímeras que surgen y desaparecen en cuestión de semanas, sin tiempo suficiente para consolidarse como referencias duraderas. Este ritmo frenético de consumo ha cambiado el ciclo tradicional de las tendencias: antes, las modas tenían un desarrollo gradual, con una fase de auge y una de declive. Hoy, muchas apenas logran despegar antes de quedar en el olvido.


Este frenesí de cambio constante no solo transforma nuestra relación con la moda, sino que también tiene consecuencias ambientales alarmantes. La producción acelerada para abastecer la demanda de microtendencias y productos personalizados genera un volumen masivo de desechos. Marcas que buscan capitalizar estos ciclos efímeros fabrican piezas a un ritmo incontrolable, muchas de las cuales terminan descartadas tras pocos usos. 


Como resultado, los vertederos de ropa y accesorios han crecido exponencialmente en países como Chile, Ghana, Kenia, India, Nigeria y Pakistán, donde toneladas de prendas desechadas—muchas sin siquiera haber sido usadas—se acumulan sin posibilidad de reciclaje.


La personalización, que en teoría debería promover una conexión más íntima con la moda,

corre el riesgo de convertirse en un engranaje más de este modelo de consumo desechable.


Getty Images
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¿Es la personalización otra excusa para el hiperconsumo?

La personalización en la moda ha evolucionado en distintas direcciones, adaptándose a las demandas de consumidores que buscan piezas únicas y alineadas con su identidad. Desde la personalización estética, que permite modificar colores, estampados o agregar iniciales en prendas y accesorios, hasta la funcional, que ajusta la ropa a las necesidades específicas del usuario, como jeans hechos a la medida o sneakers con suelas intercambiables. 


En el último año estoy segura que has escuchado los famosos charms para los bolsos, incluso para los zapatos, los Labubus y, también, los Sony Angels para personalizar el celular, estos son solo un ejemplo de “personalización” reciente. Según la diseñadora de modas, Stephania Soto Bautista, “las redes son la plataforma perfecta para el contenido utilitario que alimenta y nutre una microtendencia y, muchas veces, son el medio por el cual la persona que lo ve, moldea e influye las decisiones de compra u opiniones”. De ahí el interés de muchas personas al querer adquirir piezas como las mencionadas, pues al ser distribuidas mayormente en un contexto virtual, suelen destapar y crear “necesidades” de compra, asegura Soto. 


Sin embargo, no toda personalización depende de procesos industriales; el DIY (Do It Yourself) ha cobrado relevancia como una forma de intervenir la ropa de manera creativa y sostenible, reutilizando y transformando prendas antiguas. Aunque esta tendencia parece una alternativa al consumo masivo, la inmediatez con la que surgen nuevas microtendencias ha generado un ciclo en el que la personalización no siempre implica una conexión duradera con las prendas, sino una nueva forma de consumo acelerado.


El costo ambiental de la "personalización": su impacto y alternativas

La moda ha convertido la personalización en un valor de consumo, promoviendo la idea de que cada prenda debe reflejar la identidad individual. Sin embargo, esta tendencia ha generado un modelo de producción acelerado y desechable que tiene graves consecuencias ambientales. Desde el desperdicio textil hasta el uso excesivo de recursos naturales, la personalización masiva se ha transformado en una paradoja: lejos de fomentar un vínculo duradero con la ropa, incentiva el consumo rápido.


Para Valentina Suaréz, Directora de Universo Mola y experta en sostenibilidad, esta dinámica responde a una lógica de mercado más que a una verdadera necesidad del consumidor. "Nos han hecho creer que necesitamos prendas únicas para diferenciarnos, pero lo que realmente sucede es que terminamos acumulando ropa que usamos pocas veces y luego desechamos", señala. Esto se traduce en un aumento de la producción textil, donde materiales sintéticos y procesos de teñido intensivos contribuyen a la contaminación del agua y la emisión de gases de efecto invernadero.



Agencia AP
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El impacto de esta personalización efímera se refleja en el volumen de desechos generados. "Muchas de estas prendas personalizadas no pueden reciclarse fácilmente debido a la mezcla de materiales y los tratamientos especiales que reciben", explica Suaréz. Como resultado, gran parte termina en vertederos o incineradores, agravando la crisis ambiental del sector.


¿Existen alternativas? Diseñadores y marcas están explorando enfoques más sostenibles que reconfiguran la idea de personalización sin caer en la sobreproducción. Opciones como la co-creación con el usuario, la producción bajo demanda y la reutilización creativa de prendas permiten mantener un sentido de individualidad sin generar un impacto ambiental tan negativo. "El futuro de la personalización debería ir hacia la reparación, la customización de piezas existentes y la conexión con el oficio detrás de cada prenda", propone la experta.

Si bien el atractivo de lo exclusivo sigue dominando el mercado, el desafío está en transformar esa exclusividad en un concepto alineado con la sostenibilidad. Apostar por prendas de calidad, resignificar el valor de lo hecho a mano y fomentar el upcycling son algunos de los caminos para lograrlo.


Así mismo, la diseñadora Stephania Soto señala que para encontrar algún tipo de equilibrio entre el deseo de la personalización, este requiere de dos factores clave. Primero, que el consumidor cuestione constantemente las tendencias y sus hábitos de compra, ya que la demanda surge de nuevas necesidades. Si las personas adoptan una disciplina en su manera de consumir moda, pueden contribuir a generar un cambio desde su rol.


En segundo lugar, Soto hace hincapié en que las marcas implementen estrategias como la reducción de residuos, la reutilización y la personalización en formatos más limitados o con menor impacto ambiental. Además, adoptar procesos más lentos permitiría que el consumidor aprenda a esperar, reduciendo el consumo impulsivo y, a su vez, la ansiedad asociada a la identidad en un entorno donde la información se renueva constantemente.


Joyería sostenible: una alternativa responsable

En un mundo donde la ropa y los accesorios siguen ritmos acelerados de consumo y descarte, estos últimos, especialmente, son una opción para dar un toque de autenticidad y de estilismo al momento de armar looks. 


La joyería sostenible se posiciona como una alternativa consciente y necesaria. Juliana Vergara, diseñadora de la joyería homónima, entiende que la sostenibilidad en su sector implica reducir al máximo el impacto negativo de la industria, pero reconoce que esto es un desafío constante. "Ningún esfuerzo por sí solo puede mitigar completamente el impacto, pero se hace todo lo posible", afirma.


Para lograrlo, Juliana ha apostado por materiales innovadores y éticos en sus creaciones. "La mayoría de mis piezas son creadas en 3D con resina de soya, y cuando utilizo metales, procuro que sean reciclados", explica. Además, su enfoque trasciende la pieza en sí: desde el diseño atemporal hasta los empaques reutilizables, cada aspecto está pensado para minimizar el desperdicio.





Sin embargo, producir joyería de manera responsable no está exento de dificultades. Uno de los mayores retos es garantizar que los materiales utilizados realmente provengan de fuentes sostenibles. "Es complicado saber realmente lo que nos venden", advierte la diseñadora. Para sortear este obstáculo, recurre a proveedores con trayectoria y transparencia en sus procesos. La minería de metales y piedras preciosas es otra gran preocupación dentro de la industria, ya que su impacto ambiental y social es considerable. "El objetivo es minimizar este daño, reduciendo la extracción de metales y evitando el uso de químicos perjudiciales como el mercurio", señala.


En una industria donde la exclusividad y la personalización son valores clave, el reto es encontrar un equilibrio entre la demanda de piezas únicas y la producción sostenible. "A través de materiales sostenibles, optimizando la producción de las piezas e incluso reutilizando diseños existentes con pequeñas modificaciones", explica Vergara, se puede ofrecer exclusividad sin caer en el desperdicio.


Frente a la proliferación de accesorios de plástico y bisutería desechable, Juliana no ve su trabajo en términos de competencia directa. "Creo que no hay competencia, ya que tenemos públicos diferentes. Sin embargo, diría que mi competencia es el diseño; ‘todo entra por los ojos’", reflexiona. Aunque muchos de sus clientes buscan activamente opciones responsables, también ha logrado atraer a quienes, sin intención explícita de hacerlo, terminan eligiendo sostenibilidad a través del diseño.


El reto de la joyería sostenible no es solo crear piezas con menor impacto ambiental, sino también generar conciencia sobre las elecciones de consumo. "No se trata de satanizar el otro producto, sino de enseñar que al elegir uno sostenible, se contribuye más al bienestar del planeta", concluye la diseñadora.


En una sociedad donde la personalización se ha convertido en sinónimo de consumo acelerado, es urgente replantear su impacto y buscar alternativas más sostenibles. La moda puede evolucionar hacia un modelo donde la individualidad no implique sobreproducción ni desperdicio. La clave está en cuestionar nuestras decisiones de compra y en que las marcas implementen procesos más conscientes, reduciendo residuos y promoviendo materiales responsables. La personalización no tiene que ser una amenaza para el planeta; puede ser una herramienta de cambio si se adopta desde la ética, la calidad y la durabilidad.

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